La ultraderecha, el gran problema de la Europa actual

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Luis González Carpizo  |  fotografía: Pixabay

Un fantasma recorre Europa, pero no, no es el fantasma del comunismo, es el fantasma de la ultraderecha. En los últimos años, las corrientes de la extrema derecha han experimentado un crecimiento impresionante.

Tanto es así que en las últimas semanas Europa ha visto como en Hungría, Viktor Orbán revalidó su liderazgo al frente del ejecutivo húngaro con el 53,29% de los votos. Pero la quinta victoria de Orbán no es la única victoria de la extrema derecha. En los últimos días, Castilla y León hacía oficial el primer gobierno de coalición entre los conservadores del PP y la extrema derecha de Vox.

Por último, Francia arroja un halo de desesperanza para el resto de Europa. Los resultados de la primera ronda en las elecciones presidenciales francesas muestran un apoyo del 30,22% a la extrema derecha. Esto, repartido entre Le Pen (23,15%) y Zemmour (7,07%). A pesar de la división en 2 candidaturas de la ultraderecha, Le Pen ha logrado el pase a 2ª ronda. En la segunda ronda los datos son menos esperanzadores si cabe, Le Pen obtuvo el 41,46% de los votos.

El fenómeno de la ultraderecha ha hecho que en países como Austria, Finlandia, Países Bajos y Eslovenia (pendiente de la formación de un nuevo gobierno tras las elecciones del 24 de abril de 2022) haya sido parte del gobierno. Mientras que en Polonia y Hungría sea la propia extrema derecha la que ocupe el liderazgo del ejecutivo.

Para comprender cómo la extrema derecha ha podido alzarse de tal forma que sea capaz de ostentar cargos en algunos gobiernos europeos habría que analizar el porqué del crecimiento de estas opciones.

El hartazgo con las opciones clásicas junto con el sentimiento de abandono por parte de los grupos de izquierdas han dado alas a la extrema derecha. Sin olvidar el crecimiento de la inmigración y el creciente euroescepticismo, las candidaturas de la extrema derecha por lo general mantienen una posición firme en favor de recuperar soberanía frente a la Unión Europea.

No menos importante es el proceso que han denominado en Francia como ‘Desdemonozación‘: este se podría definir como el proceso por el cual las candidaturas e ideas de extrema derecha se normalizan entre la población la cual pasa a perder el miedo a votar a éstas. 

Si bien es cierto que la ultraderecha no presenta el mismo caldo de cultivo en todos los países: En el caso de España, la formación de extrema derecha, Vox, es una escisión de las facciones más radicales del Partido Popular. Mientras que en Francia, Le Pen ha buscado parte de su apoyo entre los votantes tradicionales de la izquierda (al más puro estilo de Mussolini). Si bien en ambos casos parte de su electorado lo encuentran entre los votantes descontentos con los principales partidos (como en su día ya hizo Podemos en España).

Las realidades que viven Francia y España son bastante diferentes. Mientras que en España tanto el Partido Popular como el Partido Socialista siguen monopolizando el grueso del electorado, en Francia los que hasta ahora habían sido los partidos tradicionales (el Partido Socialista y los partidos que fueron ocupando el espacio conservador) han ido a pique.

La ultraderecha francesa de Le Pen se ha asentado a base de propuestas populistas como opción viable frente a lo tradicional. La fragmentación de la izquierda no ha ayudado en lo absoluto, en las últimas elecciones la candidatura de Mélenchon quedó a 1,2% de los votos de Le Pen (si los socialistas y los comunistas no hubieran presentado candidatura es posible que Mélenchon hubiera logrado los votos suficientes para pasar a la 2ª ronda). Por último, el carácter xenófobo de la extrema derecha francesa ha recabado bastante apoyo entre aquellos franceses que sienten que su patria está desapareciendo frente a la inmigración magrebí. Muchos franceses sienten que la multiculturalidad que ha traído la migración es algo negativo que borra su identidad de patria occidental y católica.

Otra realidad completamente diferente es la que vive Hungría. Hungría mantiene un gobierno de corte ultraderechista desde 2010. La crisis del 2008 fue una oportunidad de oro para la extrema derecha húngara. Desde entonces el partido Fidesz-Unión Cívica Húngara se ha asentado en el gobierno. Hungría presenta un claro rasgo de la extrema derecha, el autoritarismo iliberal.

Uno de los grandes peligros que supone la extrema derecha para las democracias occidentales es su carácter antidemocrático e iliberal, una vez la extrema derecha se asienta en un gobierno es muy difícil desalojarlos. Si algo caracteriza la extrema derecha es la utilización de los instrumentos estatales con la finalidad de estabilizarse en el poder, esto bajo el control de los poderes judiciales y la prensa. Desde la UE se ha exigido a Hungría que restablezca la libertad de prensa.

El autoritarismo no es el único rasgo peligroso de la extrema derecha, la violación sistematica de los derechos humanos tambien supone un peligro y una señal de alerta acerca de estos gobiernos. Tanto Hungría como Polonia han promovido desde las instituciones la discriminación a la comunidad LGTBIQ. Estos gobiernos han sido sancionados por la UE tras el establecimiento de las denominadas ‘zonas libres de ideología LGBT’.

Y por si fuera poco, la extrema derecha europea no ha tenido ningún complejo a la hora de acercarse a Vladimir Putin. En su discurso tras la reelección, Viktor Orbán cargó contra el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. El presidente húngaro cargó en otra ocasión contra Zelenski tachando a este de ‘simple actor’. Por su parte, Le Pen ha sido duramente criticada en campaña debido a que esta mantiene un préstamo con un banco ruso, lo cual se puede intuir como un acercamiento al régimen de Putin.