BELÉN RODRÍGUEZ FERRERO | Fotografía: Mayela de Castro  |

Begoña Zabala en su libro Movimiento de mujeres, mujeres en movimiento (2008) critica que ‘la violencia en el contexto de la pareja habría pasado de estar invisibilizada a ser la única que se reconoce como violencia de género’ y, como consecuencia,  ‘los medios de comunicación no ayudan a que la ciudadanía perciba esas noticias como resultado de la dominación machista’. ¿Acaso no existe violencia machista cuando se desprecia a una mujer en los medios públicos?  ¿Y cuando únicamente se la venera porque su pareja, ya sea a nivel laboral como  personal, sea un hombre?

La huelga de mujeres del 8 de marzo de 2018 fue histórica por la participación de mujeres y  la  ramificación en iniciativas sectoriales como ‘Las periodistas paramos’. Esto fue solo una representación de que más de 8.000 profesionales de la comunicación criticaron públicamente que en los medios, tanto públicos como privados, sigue predominando en pleno siglo XXI una visión ‘parcial y sesgada’ de la realidad, normalmente a favor de los hombres. Mujeres referentes en el mundo de la comunicación como Pepa Bueno,  Àngels Barceló y Julia Otero no estuvieron al  margen de sus programas, a pesar de ser las imágenes de los mismos. 

Desde aquella protesta se ha intentado corregir estos mensajes en prácticamente todos los medios de comunicación, aunque en algunos haya obtenido mejor resultado que en otros. 

En la radio existe más libertad y calma que en otros medios como puede ser la prensa, lo que puede ser algo tanto beneficioso como perjudicial dependiendo de la postura e ideología del o la periodista del que se trate. Por ello, cada programa es un mundo independiente y los periodistas de cada emisora o, incluso de cada programa radiofónico incluyen su tono y perspectiva independiente pero, sin duda, por lo general, quienes más información cuidada obtienen suelen cometer menos errores en cuanto a violencia de género. 

En la televisión ha sido en el medio en el que más discriminación de este tipo se ha encontrado, quizás la culpa de ello se debería atribuir a los directos, aunque la mayoría de las veces no son casos aislados y es la misma persona quien ejerce en diferidas ocasiones la violencia mediática. Esto surge cuando un presentador o periodista, normalmente hombre, representa a las mujeres únicamente como objetos sexuales, les pregunta datos íntimos, realiza juicios sobre su forma de vida, hace apelaciones a su físico -normalmente sobre la juventud y belleza de la misma-, visibiliza desigualdades sociales en entornos relacionados con la vida laboral, la sanidad o la educación o, en el caso de víctimas de violencia de género, la revictimiza preguntándola si hizo algo para que ello ocurriera. 

Si bien es cierto que cada vez se cuidan más los mensajes aportados en medios de comunicación, aún se comenten muchas faltas de respeto hacia las mujeres. Para acabar con este tipo de problemas, el primer paso es comenzar a concienciar a los más pequeños sobre la importancia que hay en conseguir la igualdad entre hombres y mujeres. Respecto al mundo de la comunicación, otro elemento esencial sería utilizar de forma regular lenguaje inclusivo y evitar el género masculino como valor genérico, emplear opciones lingüísticas que marcan el género con precisión o privilegiar el uso de nominaciones neutras para referirse a grupos. 

Todos los cambios, por pequeños que sean, pueden significar una evolución a la hora de acabar con estos problemas, y es importante que los medios de comunicación sean los principales concienciados y concieciadores para acabar con este tipo de discriminacion.