Lorena Arias Duque  |  Fotografía de Pixabay

El 10 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo. Desde su proclamación en 2002, este día es una conmemoración de la Conferencia Mundial sobre la Ciencia que se celebró en 1999 en Budapest. A partir de dicho evento, se asentó el compromiso internacional de lograr el progreso social a través de la ciencia. Con la celebración del Día Mundial, se pretende concienciar a la población sobre la importancia de este propósito.

Uno de los puntos claves en la lista de tareas, es la erradicación de la pobreza, algo que va en la línea de «la ciencia para la paz», puesto que el origen de la miseria está en las guerras. En este sentido, hay que entender qué es una guerra, y este aprendizaje puede variar según cómo lo traten las distintas fuentes, sobre todo, los medios de comunicación.

Desde el Programa de las Naciones para el Desarrollo, se plantea que los medios pueden ser un instrumento para la paz en escenarios de conflictividad social. Y es que el contenido que emiten puede influir positivamente en la valoración de la población con respecto a su adversario. Es decir, los medios tienen la capacidad para cultivar en las personas la empatía y el sentido de justicia.

Sin embargo, se dan incontables casos en los que esto no ocurre.

Actualmente, dos conflictos armados generan especial inquietud en Europa: la guerra entre Rusia y Ucrania, y la guerra entre Israel y Palestina. En cada caso, la imparcialidad de los medios es clave para ofrecer a la población una información de calidad.

No obstante, en muchos medios se ve clara la cobertura mediática que se da una u otra parte del conflicto e incluso la censura a la que se someten ciertas opiniones. Esto último le ocurrió a Steve Bell, célebre ilustrador de The Guardian, quien fue despedido por realizar una viñeta que el medio consideró antisemita.

Así mismo, con respecto al conflicto entre Rusia y Ucrania, el primer país ha sido señalado por incontables medios y gobiernos occidentales por desinformar a su población. Entre otras cosas, el Gobierno ruso ordenó restringir en 2022 el acceso a redes sociales como Facebook y hasta ahora asegura que solo las fuentes rusas disponen de información «fiable».

Además de la censura de los medios, otro problema se cierne sobre la imparcialidad en el trato de la guerra: las fake news.

Se trata de anuncios sobre hechos falsos que pretenden hacerse pasar por noticias bajo la imagen de medios o personalidades famosas. Su objetivo no es otro que desinformar a la población y difamar al supuesto emisor de la noticia.

Entre los casos más destacables de este tipo, esta un informativo de la BBC donde se informaba sobre la represión policial de una protesta en Rusia. Según la imagen, el medio habría mostrado en la retransmisión un texto que decía “esto prueba que Rusia no es una democracia real”. La verdad es que la imagen estaba manipulada a partir de un informativo anterior que no tenía ninguna relación con el conflicto.

Con motivo del actual conflicto en Gaza, el medio inglés ha decidido revisar su vocabulario para mantener la mayor imparcialidad. Ejemplo de ello es la utilización del término «terrorista» junto a la aclaración sine qua non de que es una consideración del Gobierno británico hacia un determinado grupo (en este caso, Hamás). Uno de los portavoces del equipo explicaba: «Somos imparciales… No se trata de ser neutrales».

También, en la lucha contra la desinformación, muchas instituciones promueven proyectos relacionados con los medios de comunicación. Por ejemplo, El Ayuntamiento de Vall d’Uixó, en Valencia, lanzó este año su iniciativa de ‘la educación por la paz’, con el objetivo de inculcar a los jóvenes la ‘cultura de la paz’. Entre otros temas, el proyecto abordó el papel de los medios de comunicación en la guerra y la paz: cómo estos manipulan la información y determinan la perspectiva de los lectores sobre los conflictos.