MARINA LAJO TRAPOTE | Fotografía: Marina Lajo |
Felipe II, hijo de Carlos I de España e Isabel de Portugal, fue un rey de la monarquía hispánica. Conocido como su Católica Majestad (nombre heredado de sus bisabuelos los Reyes Católicos), desde el 16 de enero de 1956 hasta el 13 de septiembre de 1598. Nació en el palacio de Pimentel, ubicado al lado de la plaza de San Pablo en Valladolid, el 21 de mayo de 1527.

La ciudad pucelana le tiene gran aprecio porque nació allí. Además, hay una de las leyendas más conocidas en torno a su bautizo. Tiene lugar en una de las plazas más visitas por los turistas, la plaza de San Pablo, donde hay una estatua de Felipe II.
Una cadena de los barrotes de una de las ventanas del Palacio de Pimentel es el objeto principal que da pie a la leyenda que gira entorno a este rey. Es una de las tradiciones que, después de casi cinco siglos, supuestamente cuando acontecieron estos hechos, se sigue manteniendo muy viva.
Para contar esta leyenda hay que remontarse al 5 de junio de 1527, el día en el que el futuro rey Felipe II es bautizado. Se dice que la norma de aquella época obligaba a celebrar los bautizos en la parroquia a la que perteneciera el edificio en el que tuviera lugar su nacimiento. Quiso la ‘caprichosa’ demarcación administrativa que la casa palaciega perteneciera a la parroquia de San Martín.

¡Cómo oficiar tan noble bautizo en el humilde templo, cuando justo al lado se yergue la majestuosa Iglesia de San Pablo! ¡Precisamente donde se celebraban las cortes!
Eso debió pensar Carlos V, poco amigo de presentar en sociedad a su heredero en un templo modesto. Dice la leyenda que el emperador echó mano de la picardía para justificar que, si bien la entrada principal de la casa pertenecía a la parroquia de San Martín, no así la ventana en la que se hayan las cadenas. La solución: cortar las rejas de la ventana para permitir la salida del infante para poder bautizarle en San Pablo.
Si bien es una de las tradiciones más celebradas por los vecinos, cuesta creer que un emperador tuviera que recurrir a este tipo de engaños para no doblegarse a las costumbres sociales.
En lo que sí coincide historia y leyenda es en la comentada construcción de una pasarela de madera que conectó la casa de los Pimentel con el altar mayor de San Pablo. De este modo, la comitiva real no tuvo que tocar el suelo en ningún momento.
Fue una costumbre que instauró en España su padre, el rey Carlos I. En su bautizo, celebrado en la iglesia de San Juan de Gante en 1500 ya se utilizaba este sistema. Permitía que la nobleza pudiera acceder al templo sin ensuciar el bajo de sus ropajes y ocultos a las miradas de los curiosos.
¿Será cierto todo esto, o no es más que producto de la imaginación de los vallisoletanos? Lo que sí es cierto históricamente es que el rey Felipe II fue bautizado en la Iglesia de San Pablo.