José Couso, 20 años sin justicia: los peligros de ser corresponsal de guerra

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José Couso
R.R.M. | Fotografía: Pixabay

Hace 20 años, el periodista español José Manuel Couso Permuy perdió la vida mientras cubría la guerra de Irak. A fin de cuentas, mientras hacía su trabajo; mientras estaba cumpliendo con sus cometidos profesionales. Couso, quien era cámara de Telecinco, murió el 8 de abril del año 2003, en el ataque del ejército estadounidense al Hotel Palestina, en Bagdad, donde se alojaban algunos periodistas extranjeros, compañeros de profesión, cubriendo también el conflicto.

Aún hoy en día, su familia y sus compañeros de profesión continúan luchando no solo para que se haga justicia, sino también para que se esclarezcan los hechos. Pero el caso sigue sin resolverse y, lamentablemente, Couso es sólo un ejemplo de la peligrosidad de la labor del corresponsal de guerra. Desde el inicio del conflicto armado en Irak en 2003, más de 150 periodistas han perdido la vida en el ejercicio de su profesión, según datos oficiales de la UNESCO. En definitiva, los periodistas que se desplazan a estas zonas conflictivas asumen un riesgo enorme y de consecuencias siempre duplicadas. No sólo lidian con las extremas condiciones que supone cubrir una guerra, sino que también se enfrentan a la posibilidad de ser víctimas directas de ésta.

Las claves que hicieron de Couso un periodista abanderado de la justicia, la paz y la libertad

El caso de José Couso es uno de los más recordados, pues representa precisamente la vulnerabilidad de los periodistas encargados de cubrir conflictos armados. Es un símbolo de que el periodismo sigue indefenso en situaciones límite y, evidentemente, ante la crudeza de la guerra. Para todos los que estudiamos para, en un futuro, poder emprender esta bella profesión, Couso es un símbolo de lucha, coraje y sacrificio. Una persona normal, como cualquier otra, que murió haciendo una de las cosas que más disfrutaba: ejercer el periodismo. Y lo hizo para dejar un enorme vacío entre sus allegados y familia.

José Couso se encontraba en el Hotel Palestina en Bagdad, junto a otros periodistas, cuando un tanque estadounidense disparó a bocajarro contra el edificio en el que se encontraban. Couso recibió un letal impacto de proyectil en el abdomen que acabó con su vida sin siquiera poder recibir asistencia médica. Murió como si de un objetivo bélico se tratara.

Además, a pesar de que varios testigos afirman que los soldados eran plenamente conscientes de que se trataba de un hotel en el que se hospedaban tan solo periodistas, el Gobierno de Estados Unidos mantiene que se trató de un error. La versión oficial que aún hoy ofrece el Pentágono desde Virginia es que el hotel fue alcanzado accidentalmente por un misil que tenía como objetivo responder a fuego enemigo.

Tanto la familia de Couso como sus compañeros de profesión han luchado durante todos estos años para que la verdad salga a la luz. Sin embargo, la vía judicial ha resultado ineficaz e infructuosa. La Audiencia Nacional española ordenó la detención de los tres soldados estadounidenses que ordenaron el ataque, pero las autoridades estadounidenses se negaron a entregarlos. En 2012, la Audiencia archivó definitivamente el caso al considerar que no había posibilidad de enjuiciar a los acusados.

Por todo ello, la historia de Couso es una estremecedora mezcla de dramatismo, melancolía y tristeza. Una de esas historias en las que repentinamente todo se vuelve oscuro y sombrío, para que lastimosamente reine la muerte y la injusticia.

Por qué la historia de José Couso es importante aún en 2023, 20 años después de su muerte

El caso de José Couso no es, tristemente, un hecho aislado. Son muchos los periodistas de guerra que han perdido – y siguen perdiendo – la vida en el ejercicio de su profesión. Ucrania es lamentablemente hoy ejemplo de que hay profesionales de la información que ponen su vida en riesgo para informar a la sociedad. Bien de lo que sucede en el campo de batalla o bien en las ciudades alcanzadas por los bombardeos.

En la mayoría de los casos, estos asesinatos quedan impunes y no se hace justicia. Es por ejemplo el caso de James Foley, periodista estadounidense decapitado por el Estado Islámico en 2014, o el de Marie Colvin, corresponsal del diario británico The Sunday Times, muerta en un bombardeo en Siria en 2012. La lista es larga, así como cruenta y dolorosa.

Además de la falta de justicia, los periodistas de guerra también sufren la falta de protección. En la mayoría de las ocasiones, los gobiernos no garantizan su seguridad ni les proporcionan los recursos necesarios para llevar a cabo su trabajo. Los corresponsales de guerra trabajan pues en condiciones extremas, a ciegas y con un elevado riesgo de sufrir gravísimas lesiones o, incluso, la muerte. Muchos de ellos tienen que recurrir a organizaciones no gubernamentales para obtener todo aquello que los Estados no les brindan: tanto el equipamiento como la formación e información necesaria para trabajar en zonas de conflicto.

Sin embargo, pese a los inherentes riesgos, la labor de los periodistas de guerra continúa siendo fundamental para garantizar la libertad del periodismo y el derecho a la información que posee la sociedad. Así pues, se sigue librando una importante lucha para intentar aumentar la protección concedida a aquellos que diariamente se juegan la vida para traer la información a casa.

En definitiva, el caso de José Couso, como ejemplo de muchos otros corresponsales de guerra que cubriendo la realidad han perdido su vida, es símbolo tanto de la crudeza de la guerra como de la necesidad actual de intentar mejorar las condiciones en las que estas personas trabajan.